miércoles, 15 de mayo de 2013

Revolviendo en el pasado. - 9º Capítulo

       "   El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce. "
                                                                 -Eduard Thomas.         

              
Amy, dio un traspié, pero consiguió mantener el equilibrio. Esta vez, había ido a parar a un hermoso jardín. Varios tulipanes blancos decoraba los alrededores, y aunque, fuese el lugar más hermoso en el que hubiera estado jamás, la tristeza de aquel sitio era palpable y le dejaba un extraño vacío en el pecho.
Unas veinticinco sillas despegables hacían fila alrededor de un pequeño circulo cerca del acantilado. El sonido de las olas rompiéndose contra las rocas hacia que el ambiente fuera aun más nostálgico de lo que ya era. El sonido de voces procedente de la gran casa blanca a su espalda le llamó la atención. Amy, se giró sobre sus talones y empezó a caminar hacía allí. Pensó en llamar a la puerta, pero de pronto esa idea le pareció absurda. Abrió la enorme puerta y entró. El personal caminaba de un lado a otro terminando los últimos preparativos para la intima reunión.
Amy reconoció la sala de estar de los White nada más poner los pies en la casa. Aunque este tenía mucha más vida que el actual. Los rayos de sol que se filtraban por  las vidrieras de cristal daban un toque muy moderno y lujoso. Todo estaba perfectamente ordenado y limpio. Los muebles se veían relucientes y nuevos. En todo aquel caos de personal, Amy se fijó precisamente en el niño moreno que estaba sentado en el sofá.
Estaba muy concentrado mirando las pequeñas motas de polvo que bailaban a la luz del sol.
Amy sintió como el corazón le daba un vuelco.
El niño iba vestido con un smoking negro, una camisa blanca y llevaba puesta una pajarita. 
Estaba realmente guapo.
Se acercó con indecisión.
 Siempre había oído lo de: Cualquier cambio en el pasado puede causar daños irreversibles en el futuro. Y aunque, supiera que quizá estuviera mal lo que iba a hacer, no podía detenerse.  Se sentía intensamente atraída hacía aquel rincón del salón y sobretodo hacia el niño de ojos azules.
-Hola- dijo ella sintiendo como el corazón le latía frenético. El niño levanto la vista y tan pronto como la vio, dio un brinco y la abrazó con fuerza. Ella lo acunó entre sus brazos y le besó el pelo.
Era muy extraño.
Amy, sentía un gran cariño hacia el pequeño que tenía entre sus brazos y su felicidad era tal que se sentía plena y realizada.
- Mamá, te he echado mucho de menos.- susurró el pequeño a su oído.
Amy, tardó unos segundos en reaccionar.
-¿Qué?
El niño se alejó un poco y la miró.
Ella lo miraba con los ojos desorbitados.
¿Había oído lo que creía haber oído?¿El niño, la había llamado, mamá?
- ¡Heather, querida!- dijo alguien entrando en la habitación. Amy, se volvió para mirar a la recién llegada. La mujer llevaba un elegante vestido negro, tacones negros y guantes del mismo color. Su pelo castaño oscuro estaba recogido en un moño alto, aunque algunos mechones caían hacia los lados dándole un toque clásico. Sus ojos eran grandes y azules. Y cuando sonreía le salían pequeños hoyuelos, era muy linda- pensó Amy.
Ella se acercó y miró a Amy con desaprobación.
- ¡Pero, Heather! ¿por qué sigues vestida así? los invitados llegaran en cualquier momento...- Pasó la mirada de Amy al niño.- Daniel, cariño, ¿Por qué no llevas a tu madre arriba y la ayudas a ponerse algo adecuado para la ocasión?
Amy se giró a tiempo de ver su mueca de fastidio.
¿Por qué la llamaba por su segundo nombre y por qué la miraba como si la conociera de toda la vida?
Daniel, se levantó, cogió a amy de la mano y la guió hacía el piso de arriba.
-¿Cuantos años tienes?.
- Cinco- respondió él tras una breve pausa. Ese niño sin duda alguna, se le parecía mucho. Aunque, ¿Cómo demonios podía ser su madre si nunca había... - mamá ¿te sientes bien? Pareces algo aturdida...
- Sí, cielo...- las palabras salieron de su boca incluso antes de que ella las pudiera detener.
- Papá, pidió que no te molestara....
- ¿Por qué? - preguntó ella con curiosidad.
- Dijo que estás muy sensible con lo del tío, Dave...- Su voz era tan angelical que Amy, se sentía muy admirada. Sólo deseaba escuchar un poco más su leve asento sureño. 
Era tan... extraño.
La tenía muy cautivada.
-¿Qué pasa con el tío, Dave?- preguntó Amy con interés.
Él la miró y luego negó con la cabeza. Subieron las escaleras de caracol hacía el tercer piso cuando ella vio a una niña venir corriendo. La niña iba vestida con un hermoso vestido de tonos oscuros y sus rizos la hacían parecer una muñeca adorable.
- No deberías correr por casa, Ellie .- la reprochó Daniel. Amy miró a la niña con cariño, tenía cierto parecido con Daniel. Sus rizos saltaban en todas las direcciones mientras corría.  Ella le sacó la lengua y siguió corriendo escaleras abajo.
-Es una preciosidad.- mumurró Amy y Daniel puso los ojos en blanco.
Él la soltó la mano y abrió una de las tantas puertas del tercer piso. Amy, entró y se quedó maravillada. La habitación estaba pintada de varios tonos violetas, en el centro había una cama de matrimonio con dosel. A un lado estaba el armario de color blanco, un sillón de cuero del mismo color. Un escrito repleto de libros y a su lado había varias maleta del color gris.
- Me encanta el violeta...- dijo Amy anonadada.
Daniel, se encogió de hombros y se sentó sobre la cama.
- Mamá, se que no te gusta que espíe a la gente, pero he oído a la tía Tessie decir que las misiones de et tempestate tendrían a papá y a ti, lejos de nosotros por mucho tiempo...
-¿Las misiones de qué?.- preguntó ella sin entender.
- No lo sé, no pude escuchar mucho más, lo siento.
Ella asintió. No sabía bien donde había ido a parar - o a que año- pero era de gran alivio tener a Daniel por allí.
- Deberías vestirte mamá, la tía Tessie se pondrá furiosa si no bajamos pronto.


Después de ponerse un bonito vestido de encaje negro, se miró al espejo.
 Sus grandes ojos azules grisáceos tenían un brillo diferente, y su cabello... 
Se llevo la mano a la cabeza estupefacta, su pelo ya no era rubio y si, castaño cobrizo, lo que hacia que sus mejillas ruborizadas de por si, tuviesen un encanto propio. Después de comprobar que no se trataba de su imaginación, salió del baño.
Daniel, había insistido en que se pusiera el vestido negro, por lo que, le hizo caso.
Al salir del baño vio que él seguía sentado en la cama y le sonrió. 
Él le devolvió la sonrisa y fue un gesto tan tierno que a Amy le llegó al alma. Cuando sonreía le salía adorables hoyuelos en las mejillas y de pronto ella se sintió tentado en besar cada uno de ellos, pero se contuvo. Esa no era forma de comportarse, se decía una y otra vez mientras él la guiaba otra vez hacía escaleras abajo. Tuvo la oportunidad de contar cuantas puertas venían antes de la suya. Las puertas eran tan iguales y simétricas que era muy fácil equivocarse.
Cuando llegaron al piso inferior, ya había varias personas por allí, algunas cuantas le dedicaron una media sonrisa y otras se limitaron a inclinarse de cabeza o hacer una reverencia.
Era extraño.
Todos parecían conocerla, y en cambio ella no lograba reconocer a nadie.
- Heather.- una voz áspera a su espalda la hizo volverse.
Un hombre de metro ochenta y ojos castaños oscuros, la miraba con una torcida sonrisa en los labios.

Él iba vestido con una americana negra, camisa blanca y una corbata roja.
El hombre le dio un abrazo apretado. 

Sintiéndose sobrecogida dio un paso hacía atrás.  Él la miró algo ofendido.
- Siento mucho lo de Dave.
- Gracias... supongo.
-Te ves... te ves fantástica.- dijo devorándola con la mirada.
Ella bajó la cabeza algo incómoda. ¿Quien era ese hombre y por qué la hacía sentirse tan incómoda?
-Steven McDavis.- dijo una voz masculina a su espalda.
Amy, se quedó inmóvil.
- Marcus White. - dijo entre dientes y su semblante se volvió serio.
Ya no parecía para nada al tipo simpático que la había abrazado sin previo aviso.
Él hombre a su espalda le envió la cintura con el brazo y ella se encogió de hombros. Un conocido aroma proveniente del tipo que la envolvía, la relajó.
- Le estaba diciendo a Heather, cuanto sentía la perdida de Dave...
- Sí, seguro.- le cortó.
- Vamos Marcus, creía que ya habíamos superado nuestras diferencias.- Steven miraba indignado al hombre que Amy tenía a su espalda, el tipo que la abrazaba negó furioso con la cabeza y acercó más a Amy hacía él. Ella cerró los ojos al sentí un repentino escalofrío por todo el cuerpo.
- En primer lugar pequeño bastardo, tú no tiene ningún derecho a estar aquí y segundo, alejate de mi mujer- Su tono era tan duro y mordaz que Amy, se encogió entre sus brazos.
- Supongo que te veré por ahí, Heather.- Le dedicó una sonrisa macabra y se alejó.
-¿Nena, estás bien?- le susurró el tipo a su espalda. Su voz estaba cargada de tanta ternura y amor que, Amy, casi se perdía en el sonido de su voz.
Ella parpadeó y a regaña dientes se alejó de él, se giró y le plantó cara.
Le miró boquiabierta al verlo, era Ryder. Estaba segura. Puede que fuera unos años mayor, pero era él, no había duda.
Su barba de tres días le hacía extremadamente sexy.
Ella extendió la mano y le acarició la cara. La barba le hizo cosquilla en la palma de la mano y ella se río por lo bajo. Una increíble sonrisa llena de hoyuelos curvaba sus labios, y hacía que el corazón se le acelerara y que comenzara a templar.
- Vaya, me quedo sólo unas horas fuera y es como si hubiera estado años lejos...- dijo con ternura, besándola en los labios.
Segundos después, él se alejó de ella y la miró de la cabeza a los pies. Amy, se ruborizó al instante.

 Él se rascó la barbilla pensativo.
-Vaya... -la rodeó con los brazos y la miro a los ojos - sé que no es muy apropiado decir esto teniendo en cuenta el lugar donde nos encontramos...- él miró a su alrededor y luego con una pícara sonrisa la miró.- pero, joder nena, estás de infarto.
¿Ryder, bromeando?
Eso si que era extraño.
Amy no pudo contener una risita tonta. Él la beso en la nariz y sonrió con ternura.
-Heather.- susurró alguien.
Marcus, la soltó y ella miró a la anciana que tenían delante.

- Siento mucho lo de Dave, lo echaremos mucho de menos...
Amy, pudo ver la tristeza reflejada en sus ojos, y no pudo hacer otra cosa más que abrazarla.
Que ella no se enterara mucho de lo que estaba ocurriendo, no significaba que fuera una insensible.
Marcus -Ryder- le acarició la espalda para infundirle ánimos.
Ella se separó de la anciana y se sorprendió al ver que las lágrimas le empañaba la vista.
Avergonzada se secó las lágrimas con el torso de la mano.
- Señora Bagham, gracias por venir, a Dave le habría gustado mucho- Marcus, le dedicó una sonrisa de lado y la señora Bragham le hizo una reverencia.
Vale, cada vez las cosas se ponían mas raras...
-¿Nena, no ibas a ayudar a Tessie con algo?- Amy levantó la vista hacia él y el pánico se apoderó de ella.
- Ryder...
Marcus bajó la mirada hacía ella y le lanzó una mirada de advertencia.
Ahí estaba el Ryder que conocía.
- Vete ayudar a Tessie, tengo que encargarme de algo.- le dio un suave beso en el pelo y se alejó. Ella lo miró con recelo.
¿Qué se suponía que debía hacer ahora?
Miró a las personas que hablaban entre susurros en el salón. Todos estaban vestidos de negro, muchas mujeres hacían uso de sus grandes pamelas.
Amy suspiró, y caminó hacía la cocina. Era de gran alivio que la cocina siguiera en el mismo sitio de siempre.
Entró en la cocina y vio la misma mujer de antes.
Ella levantó la vista y la sonrió. Una de las empleadas llevaba una bandeja llena de aperitivos. Amy le abrió la puerta y esperó a que pasase.
- Gracias, señora White.
-¿Querida, ya tienes tu discurso hecho?
-¿Qué discurso?
-Oh, Heather, ¿no habíamos dejado claro que tu serias la que se encargaría del discurso de despedida de Dave?
Amy se limitó a encogerse de hombros.
- No importa, de todas formas Jason ya tenia algo preparado por si no podías...
Tessie la miró con tristeza.

Un retortijón en la tripa le hizo prender la respiración.
-¿Estás bien, querida?
- Sí...- las piernas le empezaron a temblar y perdió totalmente sus fuerzas, estaba a punto de caerse al suelo cuando alguien la agarró. Otro fuerte retortijón le envió fuertes oleadas de calor por todo el cuerpo. Amy, intentó respirar, pero el aire se había vuelto tan denso que no le entraba en los pulmones. 

- Heather...- las voces a su alrededor se escuchaban muy lejanas mientras iba perdiendo el conocimiento.

Cuando abrió los ojos de lo primero que se percató fue que se encontraba otra vez en la habitación de antes. Y no se encontraba sola. Marcus estaba con ella, la miró y sonrió.
-¿Marcus?.- dijo ella intentando averiguar si era Ryder o Marcus.
Intentó levantarse pero él negó con la cabeza y con cuidado la hizo volver a tumbarse.
- Tuviste un ataque de pánico...- se le quebró la voz. Ella pudo ver la culpabilidad que sentía y ella sintió el impulso de abrazarlo.- No debí dejarte sola y lo siento, se cuanto significaba Dave para ti, y cuanto es difícil lidiarse con toda esta situación, pero... verte así me está matando, Heather...
Verlo así tan indefenso y triste la causaba una angustia terrible.
-¿Debo ser una mujer horrible, verdad?- dijo ella bromeando.
Una pequeña sonrisa le curvó los labios. Y fue suficiente para hacer que el corazón de Amy latiera frenético.
-No eres tan mala...
- ¡Oye!- ella le dio un empujón amistoso y él se rió.
- Sabes que eres la mejor...
Un fuerte retortijón la hizo encogerse, Marcus la miró preocupado. El vértigo no tardó en apoderarse de ella.
- Nena...
Fue lo único que pudo escuchar antes de que su imagen se desvaneciera ante sus propios ojos.


El huracán dejó de rodar de golpe y ella salio disparada hacía adelante, se chocó contra Ryder y los dos cayeron al suelo. Él la miró con los ojos desorbitados. Y ella resopló.
-¿Se puede saber dónde demonios te habías metido?- Casi sin darse cuenta, él la tenía rodada con los brazos, mientras que ella seguía sobre él.
-¿Ryder?
Él arqueó una ceja divertido.
-¿Acaso existe otro?
Ella bufó, si él supiera...
Sus ojos se encontraron y por una fracción de segundos, ella volvió a sentir esa paz, que había sentido mientras estaba en los brazos de Marcus. Estaban tan cerca que ella podía sentir cómo su aliento le rozaba la mejilla. 
Amy alargó la mano y le acarició el pelo.
-¿Se puede saber qué demonios haces?- dijo Ryder zafándose de ella y levantándose de un salto.
- Yo...yo...¿Se puede saber por qué demonios eres tan imbécil?
Él la miró ceñudo mientras ella se levantaba y le hacía frente.
- ¡Eres jodidamente imbécil, Ryder!
Él se rió a carcajadas y luego negó con la cabeza.
-¿De qué te ríes?
-Es solo que es muy gracioso la cara que pones cuando estás furiosa- volvió a reírse. Ella le propinó un empujón, él dejó de reírse y volvió a ponerse serio.
Él sacó una reluciente lamina de cristal -un cuchillo- y ella dio un paso hacía atrás. Él se hizo un corte en la mano y la sangre empezó emanar de esta. Se acercó a una de las paredes y colocó la mano contra ella. La sangre que descendía de su herida iba dibujando una runa mientras que él esperaba impaciente. En cuanto el circulo se completó, él retiró la mano. Destellos de luz azulada cubrieron cada una de las linea de la runa para luego convertirse en una puerta. 
A esas alturas ya nada debería sorprenderla, pero no fue así.
  
                    

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