miércoles, 27 de marzo de 2013

Extraños. - 1º capítulo

                Y sus ojos azules, me cautivaron cómo ningún otro lo había hecho.
                                                                         - Amanda J. Queiroz

Amy miró por sexta vez al reloj que estaba pendido de la pared continua al escritorio del señor, Harrison. Las agujas del reloj estaban congeladas y según sus agujas faltaban treinta segundo para terminar la clase, miró a su alrededor confusa, era la tercera vez en aquella semana que le ocurría esto y empezaba a creer que estaba loca, tragó saliva y volvió a mirar su examen casi en blanco. Los exámenes finales la estaban volviendo loca, y la falta de sueño no ayudaba mucho. Tenía la mente en blanco y lo único que lograba escuchar era el sonido de su propio corazón, desde hace exactamente dos semanas cosas extrañas habían estado pasando y no sabía bien si, era todo fruto de su imaginación o si de verdad estaban ocurriendo. Suspiró y con la mano temblorosa empezó a contestar las preguntas que le faltaba, se tomó su tiempo en la última, mordió su labio inferior con fuerza y repasó su examen ya completo, medio segundo después el reloj volvió a funcionar, Amy miró asustada a su alrededor. Jim, el chico de al lado se rascaba la cabeza con normalidad, el señor Harrison caminaba por la clase con aire tranquilo, ella volvió a mirar al reloj con los ojos desorbitados, todavía quedaban quince segundos. Amy respiró hondo y empezó a recoger sus cosas.
Nada más sonar el timbre, Amy se levantó puso su examen sobre el escritorio del señor Harrison y se dirigió a su taquilla. El pasillo rápidamente se lleno de estudiantes, Amy metió sus libro en el bolso y se dispuso a salir del edificio, vio a Kendra apoyada contra su taquilla hablando con uno de los chicos del equipo de Softball. Ella y su hermana intercambiaron una mirada inexpresiva antes de que Amy abandonara el edificio.
-¡Ey!.- La suave voz de Rayne la sobresaltó. Rayne ágilmente le alcanzó.- Hoy, has estado un poco despistada, ¿va todo bien?
Amy, miró a su mejor amiga, una chica alta, delgada, con facciones perfectamente pulida y ligeramente morena. Sus brillantes ojos verdes miraron fijamente a Amy. Amy suspiró y negó con la cabeza, no sabía bien por qué, pero nunca había sido capaz de mentirle a Rayne, lo que muchas veces complicaba las cosas.
- No pasa nada, solo es la presión de los últimos exámenes.- Sonrió a Rayne, esta arqueó una ceja y sonrió de lado. Era inútil mentirle y la verdad, no sabía porque todavía lo intentaba.
- ¿Te acerco a casa?
- No, iré a tomarme un respiro en el café.- Rayne asintió, se dispidió de Amy y se puso a caminar hacía su Chevrolet. Amy se abrió camino hacía la multitud del aparcamiento y se dirigió al centro de Preston.

                                                                     ***

Las primeras gotas de lluvia empezaban a caer, Darren miró a la muchedumbre sin mucho interés. Luminux descansaba en su bota lista para ser utilizada. Aunque claro, con todos aquellos humanos allí no pondría utilizarla, todo parecía proporcionalmente en orden. Una mujer rubia camina con aire cansado, tenía varias patas de gallos alrededor de los ojos, y parecía como si hubiera estado días sin dormir, Darren la siguió con la mirada hasta que ella se perdió entre la multitud. Un hombre trajeado que discutía por teléfono le llamó la atención, nada en aquel hombre le parecía usual. Su barba de tres días, y su pelo desgreñado no eran lo que le delataba exactamente. Aquel tipo hablaba más rápido que cualquier humano sería capaz y su mirada parecía perdida. Un grupo de turistas corriendo para ponerse a salvo de la lluvia le distrajo a Darren, lo cual le hizo dejar de observar al tipo. Quedaban dos horas para ponerse el sol y el día apestaba, lo peor de vivir en Gran Bretaña era tener que lidiar con el mal tiempo. La calle principal se llenó de paraguas de diversos colores y tamaños, Darren hizo una mueca de fastidio, echó un último vistazo alrededor listo para macharse, pero algo le frenó. Un paraguas color fucsia le retuvo en el mismo sitio sin mover ni un solo músculo. Desde el oscuro e insólito callejón donde él se encontraba no podía identificar de quien se trataba, ya que el paraguas tapaba el rostro a su dueño. Y aunque la chaqueta de lana le tapase los brazos, dejaba expuesto sus manos, en la cual había diversos tatuajes. Darren frunció el ceño. Jamás había visto unos tatuajes tan brillantes y estaba casi seguro que aquellos tatuajes tenían vida propia ya que irradiaban una luz, semejante a la celestial.
La chica rubia cerró el paraguas y se metió en el café del otro lado de la calle, Darren abandonó el inhóspito callejón y se abrió paso hacía la calle principal.
Se acercó a la vidriera de la cafetería Maclaren's y miró con sutileza.  La chica rubia se sentó al otro extremo, aunque desde el sitio donde él se encontraba la podía observar perfectamente. Le miró las manos y se quedó estupefacto al ver que no había ni signo de los tatuajes.


                                                                      ***

Amy miró al cielo e hizo una mueca de fastidio. El día era espantoso y su humor estaba tan gris cuanto el cielo de Preston. Cerró su paraguas y entró en el café, estaba más lleno de lo normal, Rebecca, una de las camareras se acercó a su mesa a tomarle el pedido. Amy sonrió al ver que sus mechas seguían siendo moradas y azules. Rebecca siempre cambiaba el color de sus mechas y aunque a algunas personas les resultasen abrumador a Amy le resultaba reconfortante. Y empezaba a cogerle cariño a su pelo. Pidió un sándwich de queso y café, ella no solía beber café, pero en momentos de ansiedad algo de cafeína siempre le venía bien. Sacó sus apuntes de historia y empezó a repasar, apenas era lunes y todavía quedaba toda una semana de exámenes. Ya sabía de cabo a rabo todos los apuntes de Geografía, Historia, y aunque calculo, era lo que más temía reprobar, tenía la corazonada de que la suerte jugaba a su favor.
Cerca de las siete y medía recibió un mensaje de su madre, diciendo que haría horas extras en el hospital. Mamá era enfermera en uno de los hospitales de la región, y desde que sus padres se divorciaron, mamá trabaja todavía más... Y Papá bueno, estaba de viaje. Había prometido que estaría para su graduación, pero seguramente se inventaría una excusa y no pondría ir. Amy, había perdido la cuenta, de cuantas veces papa la había defraudado, pero intentaba mantenerse fuerte a pesar de todo.
Cuando el café de la taza hubo terminado, Rebecca volvió a aparecer para llenarle la taza.
- ¿Cómo lo llevas?.- la dulce voz de Becca retumbó en su cabeza.
- Bien, aunque algo agobiante...-  Amy, dejó los apuntes a un lado y miró a Becca. - ¿Ya terminaste con la mudanza?
Becca había decidido dejar la casa de su madre, ya que se había casado con un hombre que no la convencía y en cierto modo la aterrorizaba. Andew, su novio, tenía un apartamento (apartado del centro) que compartía con un amigo de la universidad, y cómo ya llevaban dos largos años juntos, decidió dar el siguiente paso en la relación.
- Sí, y aunque ya haya llevado toda mis cosas a casa de Drew, parece que el caos nunca termina.- Becca soltó una risita tímida, lo que hizo que Amy sonriera abiertamente.
- Te entiendo...
- Bueno... será mejor que vuelva al trabajo, suerte Amy.- Amy asintió y Becca volvió a rellenar tazas vacías y tomar alguno que otro pedido. A medida que la hora avanzaba, el local se iba vaciando, Amy miró distraída hacía fuera. Había dejado de llover, lo que era bueno. Eran casi las nueve, Amy suspiró, recogió sus cosas, se despidió de Becca y Cameron y salió al frío exterior. Un gélido aire invernal le azotó su pelo, enviándole un escalofrío por la espina dorsal. Amy se abrazó a si misma intentando entrar en calor, había sido imprudente salir de casa con una simple chaqueta de lana y ahora se daba cuenta. La calle principal, estaba desierta a excepción de una chica rubia que caminaba con aire cansado   hacía el norte, Amy apresuró su marcha hacía la parada del autobús 123.
Las calles por donde pasaba estaban desiertas, era extremadamente raro. Amy había pasado por aquellas calles cómo un millón de veces a esa hora y nunca habían estado tan desiertas.
La sensación de estar siendo observada la envió una descarga eléctrica por la espina dorsal. Amy miró hacía atrás pero no vio a nadie, lo que hizo que se sintiera todavía más inquieta, estaba casi en la esquina cuando de repente apareció un hombre delante suya, el tipo tenía la ropa desgarrada, se veía mugriento y tenía unas cuantas manchas en la camisa, lo que la hizo pensar que pondría ser sangre. Amy lo miró incrédula, el tipo la miraba fijamente, pero su mirada parecía ausente. Ella tragó saliva y siguió caminando, el tipo siguió en medio del camino sin mover ni un solo músculo. Amy pasó por su lado temerosa, ella nunca había sido una medica, de hecho cuando Kendra y ella eran pequeñas. Ella era la que intentaba mantener la calma, mientras que su hermana se ponía de los nervios, por el simple hecho de la luz hacerse ido. O cuando había tormenta Kendra era la primera en buscar a su hermana, y aunque ahora ya no eran tan unidas como antes, Kendra seguía acudiendo a Amy cuando la necesitaba. El tipo agarró a Amy de la muñeca frenándola a tan solo unos pasos de la esquina.
- ¿Dónde crees que vas, Amelia?.- Amy se quedó petrificada, ¿Cómo era posible qué aquel individuo supiera su nombre?
- ¿Perdón?.- Balbuceó ella.
- No puedes huir de mi, pequeña zorra.- El hombre se rió a carcajada dejando así a la vista su dentadura afilada y mordaz. Amy podía sentir cómo su corazón latía a toda pastilla en su pecho. El hombre dejó de reírse y empotró a Amy con violencia contra la pared, durante unos segundo ella se sintió atontada.
- ¿Qué, qué quieres de mi?- Consiguió articular ella.
- ¿Qué quiero de ti? Es muy simple...- El hombre sujetó la cara de Amy con una mano y le obligó a mirarle.- Quiero verte retorcer de dolor, cómo hizo tu padre con mis hijas... quiero que me pidas que no te mate...- Él hablaba tan cerca, que Amy podía sentir su aliento en su cara.- aunque... créeme no tendré ni un poco de piedad, por ti. Justo cómo tu padre...
- Señor, no se de que me hablas... - Amy le miró aterrorizada.- Estoy seguro que mi padre no ha hecho ningún daño a sus hijas, el no sería capaz de algo así...
- No, pequeña zorra la que está engañada aquí, eres tú.- El hombre le pasó el dedo sobre sus labios, Amy tragó saliva.- Me alegra ver tu miedo, es excitante.
- ¡Por favor, no me hagas daño!.- Gritó Amy apavorada. Las pupilas del hombre se dilataron y sus ojos se convirtieron de un intenso color rojo. - ¡Suéltame!
Amy se retorció bajo las manos de tipo, pero fue en vano, no podía moverse ni un músculo, su cuerpo parecía haberse congelado.
- Todavía no...- susurró el hombre acercando su boca afilada a su cuello. Amy cerró los ojos con fuerza, solo esperaba que aquello terminase pronto. De pronto se acordó lo que la había estado pasando durante dos largas semanas, había estado segura que ella era la causadora de que el tiempo se detuviera justo en el momento adecuado, y aquel era uno de aquellos, cerró los ojos con más fuerza e intentó con todas sus fuerza hacerlo otra vez, pero al sentir los labios del tipo en su cuello, se dio cuenta que no había tenido resultado. De pronto, el tipo soltó un fuerte gruñido y soltó a Amy, quien se precipitó al suelo, abrió los ojos a tiempo de ver al tipo convertirse en una especie de polvo negro. Amy miró atónita al sitio donde el tipo había estado a tan solo un segundo. Se llevó la mano al cuello inmediatamente y al ver que no tenía ninguna signo de herida, respiró aliviada. De verdad se estaba volviendo loca tenía que ser eso, pensó ella una y otra vez.  Unos pasos la sacó de sus lunáticos pensamientos. Un chico vestido con vaqueros negros y una sudadera azul oscura se paró justo al lado suyo, le ofreció la mano, ella lo miró durante un largo segundo, su larga melena rubia le escondía sus profundos ojos verdes. Amy aceptó su ayuda todavía algo confundida.
- Deberías ser un poco más cuidadosa, ¿no crees?.- Amy arqueó una ceja, el tono de reproche del chico de algún modo le resultó gracioso.
- ¿Perdón?
- No deberías ir por ahí a estas horas de la noche sola, es peligroso.- Él se cruzó de brazos y la miró fijamente.
-¿Qué era eso?.- preguntó Amy señalando al sitio donde el hombre siniestro se había hecho cenizas.
- Un vampiro.
- ¿Un qué?.- preguntó incrédula.
- Un vampiro, un chupasangre, cómo prefieras.- Dijo él encogiéndose de hombros. ¿Un vampiro? Eso era de locos, todos saben que esas cosas no existen, que solo es un mito... ¿O eran de verdad?
- Sea como sea, gracias.- dijo Amy frunciendo el ceño, se dio la vuelta y empezó a caminar otra vez hacía la parada.
-¿Dónde crees que vas?.- preguntó él siguiéndole el paso.
- A casa.
- ¿Dónde vives?- Amy se paró en seco y le miró, él frunció el ceño y la indagó con la mirada.
- Mira, gracias por salvarme el culo, pero puedo manejarme sola hasta casa, ¿vale?
- ¿Lo dices en serio?.- Se mofó él.
- Sí.- dijo Amy entre dientes.
- No pienso dejar que vayas sola...
- No quiero...
- Me importa muy poco lo que quieras.- Dijo él con vigor, Amy se dio cuenta de que no pondría librarse de él, por lo que siguió caminando sin hacerle caso. El autobús 123 estaban dando la vuelta a la rotonda cuando Amy llegó a la parada, suspiró aliviada al ver que no tendría que esperar. Pasó su ticket y se sentó al fondo, cerca de la ventana, poco después él apareció a su lado.
- Por cierto, soy Darren.- dijo él extendiéndole la mano, Amy le miró la mano una milésima de segundos antes de estrecharla.
- Amy.- sonrió ella tímidamente

miércoles, 20 de marzo de 2013

Prólogo.

Shawn y Daren jugaban a las damas mientras que Dave, caminaba de un sitio a otro, inquieto. Sabía que los habían encontrado y necesitaba idear un plan para salir de aquella situación a salvo con sus dos hijos. Había prometido a Margo que los cuidaría y eso era lo que tenía que hacer. Paró un momento y observó a sus dos hijos. Darren, él mayor pondría cuidar de Shawn, cuando él ya no estuviera, a menos que los dioses tuviera otro plan para él. La brújula del tiempo le había dejado claro que no pasaría de aquella noche, y por eso tenía que encontrar un sitio donde sus hijos estuvieran a salvo y lo necesitaba encontrar ya.
- Chicos, subid arriba y haced las maletas.- Dijo Dave con la mayor convicción que le fue posible. Darren levantó la vista y miró a su padre durante una milésima de segundos antes de hacerle caso. Cogió a Shawn de la mano y lo arrastró escaleras arriba, Dave sonrió al oír las protestas de este.
Darren puso la maleta de cuero descastado sobre la cama, se dirigió al armario y empezó a sacar toda la ropa que había ahí. Shawn se sentó sobre su cama y observó a su hermano manejar la situación, cómo siempre, Darren lo tenía todo controlado.
-¿ A dónde vamos?.- Preguntó Shawn con aire inocente.
- No lo sé.- dijo este sin hacerle mucho caso a su hermano menor.
- ¿Tendremos jardín dónde vayamos?
-¿Cómo quieres qué lo sepa?.- Darren, cerró la cremallera de la primera maleta y enseguida se puso con la segunda. Shawn,  salió de la cama y se acercó a la ventana. Nunca había entendido bien, por que siempre se tenían que mudar de casa, y siempre que se lo preguntaba a Darren, solamente le decía que era algo necesario. Y bueno, lo dejaba ahí, además sabía tan bien cuanto cualquiera que los White eran cabezotas y protectores de por sí. ¿Aunque de qué estaban protegiendo a Shawn?
Un trepido movimiento en el piso inferior los sobresaltó a los dos. Darren miró a la puerta y luego miró a su hermano, Shawn le miró con los ojos desorbitados.
- Métete en el armario.- Shawn obedeció a su hermano sin rechistar. Se agazapó en el fondo del armario, Darren le echó una ultima mirada antes de cerrar las puertas.- No salgas, no importa lo que escuches, no salgas.
Shawn asintió asustado y Darren cerró las puertas. Suspiró, cogió su luminux y se interpuso entre el armario donde estaba su hermano y el enemigo que pondría aparecer en cualquier momento. Escucho varias cosas caerse en la planta superior, intentó mantener la calma. Una de las cosas que un cazador nunca puede hacer, es perder la calma. Después de varios gritos en la planta inferior, la puerta de la habitación donde los chicos se encontraban se destrozó, varios fragmentos de la puerta volaron en todas las direcciones, Darren se tapó los ojos instintivamente y al destaparlos, vio aparecer a un demonio en la puerta. El demonio, tenía el aspecto de una marioneta en forma de niño de al menos metro y medio, se tiró a por Darren, este esquivó y le acertó con la luminux en plena garganta, y en cuestión de segundos el demonio ya había desaparecido en forma de humo negro.  Otro volvió a aparecer, se acercó a Darren con precaución, Darren volvió a interponerse entre el armario y su oponente, el demonio, ilustraba una gran sonrisa sangrienta, abrió su boca para poder mostrar la trituradora de dientes afilados que tenía por garganta, Darren tragó saliva. Intentó abalanzarse a su garganta, pero el demonio fue más astuto y con un movimiento de manos lo mandó contra la pared, dejando así el armario desprotegido. La perversa sonrisa del demonio se hizo más ostentosa e hizo ademán de acercarse al armario. Darren quien estaba aprisionado contra la pared, sujetó su luminux con fuerza, hizo una serie de movimientos dificultosos y le lanzó el luminux en la cabeza y, cómo el primer demonio, este desapareció en forma de humo negro. Darren se cayó al suelo, le dolía todo el cuerpo, pero como dice su padre; el dolor solo está en tu mente. Levantó la mano y la luminux volvió automáticamente hacía él. Darren corrió hacía el armario, pero antes de llegar allí otro demonio con forma de araña gigante le impidió el paso, sus intensos ojos negros miraron fijamente a Darren. Darren dio un paso hacía atrás y lanzó el luminux, la araña paró el cuchillo en el aire y lo envió devuelta a su dueño, Darren lo cogió en pleno aire, pero la luminux le desgarró la carne, él hizo una mueca y se abalanzó sobre la araña, pero esta desapareció y este cayó sobre el parquet de la habitación. Una risa más parecida a un rechinar de metal contra metal sonó en toda la habitación, Darren se levantó con destreza y miró hacía todas partes, pero no había nada. El armario empezó a temblar, y los gritos de Shawn inundó la habitación, Darren intentó abrirlo, pero fue algo imposible, los gritos fueron en aumento. Darren utilizó la escasa fuera que le quedaba y dio una patada en las puertas del armario, las cuales se rompieron dejando a la vista unos de los demonios maniquís intentando agarrar a Shawn, quien se defendía como podía. La luminux se le escapó de los dedos de Darren y fueron a parar justo al pecho del demonio quien se evaporó en forma de nube negra. Darren agarró a su hermano y empezó a correr escaleras abajo.  La planta inferior  estaba completamente destrozada, y el cuerpo de Dave yacía por toda la habitación, su cuerpo estaba lleno de cortes y había gran cantidad de azufre por todas partes. Un ruido en la planta superior le recordó a Darren, que seguían en presencia del enemigo, Shawn y él empezaron a correr a toda velocidad hacía el bosque en plena luz del sol. Darren tiraba de Shawn para que fuera más rápido, pero al final se acabó tropezando sobre si mismo y acabaron cayendo los dos. Algo venía detrás de ellos, Shawn lo podía oler a lo lejos, Darren sujetó la mano de Shawn con fuerza. Blandió la luminux con la mano temblorosa y de esta salió un intenso fuego, color azul, por el rabillo del ojo Darren vio la araña que no había podido matar en su habitación, Darren cerró los ojos con fuerza mientras un fuerte hormigueo le recogía todo el cuerpo, una fuerte presión impulso su cuerpo lejos del de Shawn, pero en ni solo segundo le soltó la mano.  La fina luz azul iluminó sus cuerpos y en cuestión de segundo habían abandonado al bosque, Darren pensó en el único sitio donde pondrían acudir y estar a salvo y en un parpadear de ojos, él y su hermano se encontraban en el enorme salón de los White.