jueves, 16 de mayo de 2013

Pesadillas. - 10º Capítulo

 " Si en tus sueños oyes al destino, no creas que vives el futuro, quizás sea la pesadilla del miedo, que a menudo el mundo, ha conseguido resurgirlas, de las cenizas de las envidias, y de la sonrisa de los celos."                            - Autor Desconocido.


-¿Estás solo?.- Preguntó Bella entrando en casa. Shawn levantó la vista y asintió. Bella, llevaba un vestido de volantes floreado y unas enormes Ray Ban, le cubrían los ojos.
-¿Dónde estabas?- preguntó él, intrigado. Bella sonrió de oreja a oreja y se sentó a su lado.
- En París, en esta época del año es increíble, deberías venir conmigo mañana.
- ¿Dónde está lo que te encargué?- preguntó arrugando la frente. Bella suspiró, abrió el bolso y sacó un libro gris. Él sonrió y lo cogió.
-Tuve que amenazar a tres personas por ese pedazo de...
- Ni se te ocurra decir eso.- le cortó Shawn. Bella levantó las manos en signo de rendición y luego miró el libro que Shawn tenía entre las manos, con más detenimiento.
-¿Qué es?
- Un libro, creía que a estas alturas ya lo tendrías claro.
Bella puso los ojos en blanco y él se rió.
-¿Dónde están todos?
- No lo sé, Darren salió con Amy por la mañana y hasta ahora no volvieron y a Ryder... no lo he visto en todo el día.- Contestó Shawn indiferente. Se levantó con el libro en la mano, y se acercó a la chimenea. Él se paró delante de la chimenea y observó las llamas durante un largo rato. Miró el libro de soslayo y sin pensarlo lo arrojó entre las llamas. Bella soltó un grito y se levantó de un salto.
- ¿Pero, qué demonios estás haciendo?¿Me has hecho buscar esa mierda durante horas para hacer eso?- Estaba furiosa, no le hacía falta mirarla para saber eso.
- Siento decepcionarte, Bells.- sonrió de lado.- pero, si no lo arrojó al fuego difícilmente pondré saber lo que contiene.
-¿Qué?- espetó confusa.
- Es uno de los libros de Blake...
La puerta de la entrada se abrió, y los dos se giraron al instante para ver de quien se trataba. Amy entró furiosa y detrás de ella apareció Ryder, con una sonrisa macabra en los labios.
Shawn, observó como subía las escaleras de dos en dos y frunció el ceño. ¿Cómo demonios pretendía encontrar la habitación de Darren? De momento todavía no había elegido ninguna habitación para ella, y sin duda no podía compartir habitación con, Darren.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Bella después de que Amy, desapareciera.
- Nada que merezca la pena ser contado.
Shawn, sacudió la cabeza, sin duda alguna,Ryder, seguía comportándose cómo un memo.
- ¿Y Darren?¿No estaba con vosotros?
- ¿Por qué todo el mundo me pregunta lo mismo? ¿Es que acaso creéis que lo tengo pegado al culo durante todo el día o qué?- gruñó sentándose en el sofá. En ese preciso instante la puerta volvió a abrirse y apareció Darren.
- Hablando del rey de Roma...- bromeó Bella.
Darren, tenía una pinta espantosa, su camiseta negra estaba desgarrada y se veía mugrienta. Las heridas provocadas en su huida eran apenas lineas rojizas sobre su piel.
Respiraba con dificultad cuando entró.
-¿Dónde está, Amy?- fue lo primero que preguntó al recuperar el aliento.
- Acaba de subir las escaleras...- le contestó Bella con el ceño fruncido.
Él suspiró de alivio.
-Y bien... ¿que ocurrió?
Darren, se dejó caer en el sofá y les explicó todo lo que había ocurrido durante el día. Todos a excepción de Ryder, se mostraron sorprendidos al escuchar su relato.
-¿Hija de Grey?- repitió Bella por tercera vez.
- Eso fue lo que acabo de decir- contestó Darren, cansado.
- Eso es imposible...- Contradijo Shawn.
Ryder, se levantó y empezó a caminar de un lado a otro.
- También lo creía... pero entonces fui a su casa y....- se rascó la cabeza indeciso.- había mucha sangre...
-¿Sangre?
- Sí
-¿Algún signo de actividad demoníaca - Preguntó Ryder parándose un momento y mirándole. Darren, negó con la cabeza.
- No hice ningún chequeo, en cuanto comprobé que ninguna de las víctimas eran ella, me fui...
-¿Por qué demonios serias tan estúpido?- gruño Ryder furioso.
- ¿Qué querías que hiciese?- replicó Darren- Solo quería saber que ella estaba bien, los demás me importa un pito.
- Tan sensible como siempre...- dijo Ryder, con ironía.
- No tienes ningún derecho de juzgarme...- gruñó Darren.
- Chicos, no empecemos ¿si?- Bella, miró a su hermano con una mezcla de suplica y él resopló.
- Ya sabíamos que ella supondría algo peligroso...
Ryder bufo y Shawn le lanzó una mirada reprobatoria.
- Quizá deberíamos entregarla a ellos, tu mismo dijiste que eran de los suyos ¿no? Ellos puedes cuidarla y protegerla...- Bella hizo una pausa y les miró. Shawn parecía muy pensativo. Darren estaba tenso como un palo y su hermano estaba inexpresivo.- No podemos volver a poner nuestra familia en peligro...
- Ella no se va a ninguna parte - dijeron Ryder y Darren a la vez.
Intercambiaron una mirada insignificativa antes de volver a mirar a Bella.
- Pero, ella no puede quedarse aquí...
Shawn, examinaba detenidamente todos los hechos pensando en una solución.
Supo desde el primer momento en que la vio, que ella era diferente. Y si la querían, mucha gente moriría en el intento, incluso antes de poder ponerle una mano encima.
- Tienen razón Bella, no podemos dejarla, nos necesita.- susurró Shawn pensativo.
Todos lo miraron, sin duda, ellos tenían siempre en cuenta sus opiniones. Shawn, era especial, podía percibir y ver cosas que ninguno de ellos lo hacían, por lo que escucharlo siempre venía bien.

                                                       ***
Ya en la tercera planta, Amy empezó a contar las puertas hasta llegar a la decimoquinta. Se paró delante de la puerta y respiró hondo.
Cogió el pomo de la puerta con manos temblorosas, le sudaban las manos y empezaba a sentía mucho calor - estaba teniendo un ataque de pánico-. Volvió a respirar hondo y la abrió. La habitación estaba a oscuras, ella buscó el interruptor y al encontrarlo se escuchó un sordo ruido mientras las luces se encendían. La habitación seguía siendo la misma, aunque, era más que evidente que hacia mucho que nadie la habitaban. Sobre la cama reposaba una manta color violeta, ella se acercó y pasó el dedo sobre la delicada prenda. Era seda pura. 
Sonrió tristemente.
Levantó la vista hacía el armario a su derecha, se acercó y lo abrió. Había ropa en el, varias camisetas de seda, americanas, faldas, vestidos de cóctel y vestidos de noche pendían de las perchas.
Suspiró. Eran todas de mujer, a excepción de un polo blanco. Cogió el polo blanco y una oleada de angustia la embargó.
¿Qué diablos la estaba pasando?
Desde que había conocido a los White, no era ella misma. Las cosas la afectaban con más facilidad, y ya no era capaz de pensar con cordura.
Sobre todo cuando Ryder estaba cerca.
Con la prenda aun en la mano se tumbó sobre la cama. Acunó el polo contra su pecho y suspiró. Tenía un nudo en el estomago y de pronto sólo deseó con todas sus fuerzas estar en casa. Quería apoyar su cabeza en el hombro de su madre y llorar hasta quedarse dormida. Añoró profundamente su abrazo apretado y el olor a jazmin que desprendía su pelo. Y su sonrisa. Mamá tenía la sonrisa más dulce del mundo, y hasta el chocolate a su lado quedaba reemplazado.
Las lágrimas no tardaron a acudir, lloró en silencio hasta quedarse profundamente dormida.


 El viento me azotaba el pelo con fuerza mientras corría desesperada por el bosque. 
¿Dónde estaba Daniel?
- ¡Dani!- chillé con todas mis fuerzas pero no hubo respuesta. - ¡Cariño sal, te juro que no te regañaré, por favor!
Sollocé.
Tenía un mal presentimiento, le había dejado jugar fuera durante la cesión de lectura con Tessie, y hacia rato que no aparecía, y él nunca se alejaba de la casa sin mi consentimiento. 
- ¡Dani!.- volví a gritar.
Un enorme lobo gris apareció detrás de uno de los arboles a mi izquierda. Solté un grito asustada, nunca me acostumbraría con encontrármelos en el bosque. Le ignoré y seguí caminando desesperada en búsqueda de Daniel.
- ¡Daniel White, me estás enfadando de verdad!  ¡Sal!- mi cuerpo se estremecía como si quisiera tiritar y el corazón latía con ferocidad contra mi pecho. El lobo gris se posicionó a mi lado y gruñó, le di un empujón pero siguió caminando a mi lado cabizbajo.
- ¿Dónde está, Ed? ¡Dime! ¿¡Dónde está mi hijo!?- él alzó la cabeza para mirarme a los ojos y soltó un gruñido de dolor. Me paré en seco y, empecé a correr en dirección al acantilado. 
La angustia me consumía, mientras avanzaba a duras penas por el bosque. Ed, caminaba a mi lado, no le hacía falta correr, queriendo o no siempre sería más rápido que yo. 
Me acerqué al borde del acantilado y miré hacía las oscuras aguas del océano. 
Abrí los ojos de par en par al ver algo flotando sobre el agua.
-¡Daniiiiiiiiii!.
El lobo lanzo un gruñido mordaz, pero ya era demasiado tarde. Ya me había lanzado hacía las profundidades del mar. El agua me caló hasta los huesos mientras luchaba por volver a la superficie. Podía sentir la temperatura de mi cuerpo descender, con cada brazada que daba. Respiré una gran bocanada de aire cuando salí a la superficie. Nadé todo lo rápido que pude hacía Daniel, que seguía inmóvil. Le cogí con un brazo y luché contras las fuertes mareas para llegar a la orilla.
Dos lobos grises me gruñían una y otra vez mientras intentaba llegar. Cuando faltaba unos tres metros para alcanzar la blanquecina arena de la playa, uno de ellos se metió al agua y empezó a tirar de mi. Por sus ojos amarillos supe que era Macy. 
Ed, gruñía impaciente, apoyé a Daniel sobre la arena, lo miré y se me cayó el alma a los pies.
- Ed, corre... corre a casa y... dile a Tessie... - me castañeaban los dientes debido al frio glacial que envolvía mi cuerpo.- dile que... llene la bañera con agua caliente. ¡rápido!
Ed empezó a trotar en dirección al bosque, Macy, se quedó a todo momento a mi lado.
Volví a mirar a Daniel. La vida abandonaba su cuerpo. Su cuerpo había perdido todo rastro de color y sus labios tenían un color azulado. Ya no respiraba.
Empecé a sollozar.
-¡No!.- grité, haciéndole un masaje en el pecho desesperada por que reaccionara.
-¡Vamos campeón!- grité una y otra vez, pero él no reaccionaba. - ¡No vas a dejarme!¿Me oyes Daniel? ¡Te lo prohíbo!- mi pecho bajaba y ascendía mientras mis sollozos iban en aumento. No podía perderle, era mi bebé. No podía creer que los dioses me hicieran esto. No podían quitarme a mi hijo. Lancé un grito furioso al cielo y segundos después, un rayo nos atravesó a ambos.


                                                    ***

Un grito le despertó bruscamente. Miró hacía la oscuridad de su habitación, todo estaba tranquilo. Él era el único que dormía en este pasillo y la casa era más que segura, así que volvió a cerrar los ojos. Una milésima de segundos después otro grito llenó la habitación. El corazón le empezó a latir frenético sobre el pecho. Alarmado, saltó de la cama y salió al pasillo. Un gemido le orientó hacía la puerta de enfrente.
Él abrió la puerta sin pensar, la luz estaba encendida, paseó la mirada por la habitación y se detuvo en la cama. Amy estaba tumbada sobre la cama y tenía una fina capa de sudor en la frente. Estaba temblando de la cabeza a los pies y por su expresión, no era nada bueno lo que estaba soñando. Ryder, entró y cerró la puerta tras él.
No le gustaba ni un ápice que ella estuviera en aquella habitación.
¿Por qué de todas las habitaciones del mundo, había escogido precisamente aquella?
Se acercó a la cama y la miró. Se encogió de hombros al verla tan débil y expuesta.
Ryder, apretó los dientes al ver que ella decía su nombre en sueños. 
Le puso la mano sobre el brazo y se quedó inmóvil al que estaba helada. Ella tiritaba con violencia. 
- Amy...- susurró y ella abrió los ojos alarmada.
En cuanto le vio, un mar de lágrimas salió de sus ojos.
Él se quedó paralizado al verla llorar. El dolor que Amy sentía sobre su pecho era demasiado doloroso. La pesadilla había sido tan real...
No quería que él fuese testigo de sus lágrimas... Se había sentado sobre la cama y se había tapado la boca con la mano en un intento de sofocar sus desgarradores sollozos.
Apesar de su severa educación de autocontrol, Ryder se vio arrastrado por una fuerte oleada de compasión. Amy, lloraba como si alguien le hubiera roto el corazón y eso le hizo sentirse incómodo. Inseguro.
Apretando los dientes, alejó aquellos insólitos pensamientos.
Si había aprendido algo en su infancia, era que no había que cuidar a nadie más que a uno mismo. Cada vez que había cometido el error de interesarse por alguien, lo había pagado con creces.
Cuanto menos tuviese que ver con las emociones y la vida de Amy, más fácil seria para él, alejarse de ella.
Se aferró con fuerza al dosel de la cama. No era un animal. Él también tenía sentimientos. O al menos, solía tenerlos.
Antes de que pudiera reconsiderar sus acciones, se subió a la cama y la abrazó. Amy le rodeó la cintura con los brazos y se apoyó en él como si se tratara de un salvavidas, mientras enterraba la cara en su pecho desnudo y sollozaba.
Todo su cuerpo temblaba.
Algo extraño se abrió paso en el interior de Ryder. Un profundo anhelo que no sabía muy bien como definir.
Jamás en su vida, había consolado a una mujer que lloraba. Como cazador, había sido entrenado desde que tenía uso de razón para mostrarse feroz, frio y duro. 
Pero ahora allí, abrazando a Amy, se sentía verdaderamente expuesto. Esa niña empezaba a ablandarle el corazón y no podía permitirse algo así.
Su parte racional, le decía que se apartara de ella todo lo que pudiera pero, por otra parte y la más estable, le decía que no la dejara sola, que lo necesitaba. 
- Lo siento...- murmuró Amy sobre su hombro.
-¿Ya te sientes mejor?- preguntó separándose un poco de ella. 
Ella asintió con la cabeza y se secó las lágrimas. Algo le decía que ella no hacía eso delante de nadie. Llorar delante de otros no era algo característico de Amy. Y por alguna extraña razón él lo sabia.- Bueno, si es así, mejor me voy. 
Se levantó de la cama y se encaminó hacía la puerta.
Amy trago saliva, de pronto la idea de estar sola le parecía aterradora.
-Ryder.
Él se giró y la miró con ojos inexpresivos.
-¿Qué?- su voz sonó más hostil de lo que pretendía, se encogió de hombro y la miró fijamente. Tenía la cara algo hinchada por haber llorado.
-¿Te importaría quedarte? Prometo no hablar...
Él la miró con el ceño fruncido, se pasó la mano por el pelo y luego se volvió para mirar a la puerta.
Eso no estaba bien, pero de pronto, tampoco tenía ganas de volver a su habitación.
- Cómo hables, me voy. 
Ella le dedicó una débil sonrisa mientras que él volvía a subirse a la cama de madera de pino. Amy se acomodó, él extendió la manta sobre ella y se tumbó a su lado.
Su corazón se aceleró ante la repentina calidez del cuerpo de Ryder junto al suyo.
- Buenas noches.-susurró ella. 
Él no contestó, en cambio, extendió la mano y apagó las luces.
Ella sonrió en la oscuridad, si pudiera controlar su poder de detener el tiempo, lo habría hecho en aquel preciso instante. 
Él colocó las almohadas de modo que sirvieran de respaldo, y miró a Amy. 
Esta iba a ser, en su excepcionalmente larga vida, la primera vez que pasaba la noche con una mujer sin tener segundas intensiones. 
¿Por qué estaba haciendo esto de todas formas? 
No aguantaba estar en la misma habitación que ella ni dos segundos, sin querer estrangularla y ahora estaba tumbado justamente a su lado. Suspiró y maldijo a Rayne en silencio.
Supo el momento exacto en el que ella se había quedado dormida, por la uniformidad de su respiración. Sólo entonces se atrevió a tocarla. Se atrevió a seguir con la yema de un dedo la suave curva de su pómulo.
Durante un buen rato, se dedicó a mirarla, aun con la escasa luz que se filtraba de las ventanas, era capaz de verla perfectamente. El fuego se había extendido por su sangre y se tuvo que morder el labio para no soltar una maldición.
Ella se alejó a una distancia prudente, desde donde no pudiese olor su suave aroma femenino, ni sentir el calor de su cuerpo bajo el edredón.
Resignado, se acomodó y sin darse cuenta, quedó sumergido en profundo sueño.

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