martes, 4 de junio de 2013

Estrellas. - 13º Capítulo.

                       "La estrella es fugaz pero el instante es eterno."
                                             - Amanda J. Queiroz.

- Oh, madre mía, estás celoso...- Le miré con los ojos abiertos de par en par.
- No es cierto.- gruñó él fulminándome con la mirada.
Yo sonreí de oreja a oreja.
- Oh, sí, lo es...
Él negó con la cabeza exasperado y luego bufó.
- ¿Por qué iba a tener celos de ti?¿Eh?- Preguntó él cruzándose de brazos y mirándome fijamente.
- Porque estás loco por mi... y no soportas verme con otro hombre que no seas tú. Me amas Marcus, admítelo.
- ¿Ah, sí?- su tono burlón me hizo sonreír abiertamente.
Él se plantó delante de mi, ya no me miraba con la típica arrogancia que le rodeaba, y si con cierta adoración. Mi corazón empezó latir frenéticamente, me mordí el labio.
- Pues... sí.
Le miré a los labios y luego a sus ojos, tenía las pupilas dilatadas.
- Eso quisieras tú. ¿Verdad, Heather? Quieres que te adore cómo lo hacen todos ellos ¿verdad?. Pero ni lo intentes, pierdes tu tiempo, no eres mi tipo.
Él me dedicó una sonrisa ladeada.
¡Dios, a veces podía ser insoportable!
Me mordí el labio con tanta fuerza que pude sentir el sabor de mi propia sangre.
- Siento herir tu orgullo, pero eso no te lo crees ni tú.
- Crees que me conoces Heather, pero debo decirte que estás muy equivocada.- Me tocó la nariz con el dedo índice, arqueé una ceja.- Estás tan equivocada que ni siquiera te has dado cuenta de que estoy  cortejando a Anna-Louis en vez de ti.
Se me borró todo rastro de sonrisa.
-¿Qué?
- Lo que oyes, Anna-Louis no tú, y si me disculpas, ya perdí demasiado tiempo discutiendo algo que no tiene ni pies ni cabeza.
Marcus me dedicó una sonrisa macabra e hizo ademán de irse.
Piensa Heather, piensa...
Él  pasó por mi y empezó ascender el caminito que da a la mansión.
-¡Eh, tú!- utilicé mi tono mas autoritario posible. Él se paró en seco y se giró muy lentamente hacia mi. En cuanto estuvimos uno frente al otro, le miré fijamente a los y le solté una bofetada.
Al instante me sentí culpable, no le di tiempo a que reaccionara, me puse de puntillas y le di un casto beso en los labios, me alejé un poco y sonreí de oreja a oreja. Él frunció el ceño, parecía bastante desorientado.
- Te he dado un beso y lo quiero devuelta.- le reté con la mirada antes de dar media vuelta y alejarme.

                                                                 ***

Amy se despertó acogida por una nueva sensación. Ryder la abrazaba por atrás y podía sentir su respiración cerca del cuello, sonrió y con sumo cuidado de no despertarle, se levantó.
Miró el reloj de la mesita de noche, eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Miró a Ryder quien dormía como un tronco, sonrió y salió al pasillo sin hacer ruido. Al pasillo lo embargaba un silencio mortal mientras Amy bajaba a la cocina.
Necesitaba un vaso de agua urgentemente ya que tenía la boca muy seca. Ayer por la noche todo había sido muy especial entre ella y Ryder y esperaba que siguiera así. Sólo esperaba que él no tuviese otro cambio brusco en actitud y la volviera a tratar mal, teniendo en cuenta su personalidad, no la extrañaría que cuando se despertara la volviera a tratar como si fuera una mocosa. Amy descendió las escaleras despacio, empezaba sentirse algo mareada.
Entró a la cocina cogió un vaso y lo llenó de agua, cuando se lo iba a llevar a la boca una fuerza la impulso hacia atrás y se derribó todo el agua sobre el pijama.
-Mierda.- maldijo.
Levantó la vista y vio que algo no encajaba.
La cocina no estaba como hace un momento. Todos los muebles estaban cambiados, frunció el ceño. Dejó el vaso sobre la encimera y salió. Vio a Ryder caminando hacía el final del pasillo. Lo siguió, él entró a una de las puertas y cerró la puerta tras él. Amy no tocó antes de entrar, abrió la puerta y le miró. No estaba vestido como hace un momento, ahora llevaba un polo azul y chándal gris. Él levantó la vista y sonrió.
-Creí que estabas dormida.- dijo él dejando los papeles encima de la mesa.
La habitación a la que había entrado era un pequeño despacho, las paredes estaban pintadas de un insólito gris, a un lado había una estantería con algunos libros, un escritorio color caoba, dos sillas y un sillón de cuero y de las paredes pendían algunos cuadros.
-¿Marcus?
-¿Si?- él entrecerró los ojos y se sentó en el sillón de detrás del escritorio. Amy cerró la puerta y entró, él echó el sillón de cuero hacía atrás y la invitó a sentarse sobre su regazo, Amy dudó durante un rato.- Ven, no muerdo ya lo sabes....
Ella no pudo evitar sonreír.
Se acercó a él y se sentó sobre su regazo, miró los mutibles papeles que había sobre el escritorio y frunció el ceño.
-¿Qué son?- preguntó ella.
Él la acarició la espalda y para su sorpresa a ella le pareció bastante reconfortante y familiar ese gesto en él.
-Los últimos retoques de seguridad de la casa...
Él apoyó su barbilla sobre su hombro y juntos miraron el papeleo, él le iba explicando para que servían cada uno de los símbolos mientras ella escuchaba fascinada y en silencio.

-A si que la casa está en...¿ninguna parte?- preguntó Amy aun sin entenderlo del todo.
- Exacto, sé que parece una locura, pero, tu madre tiene muchos recursos...
-¿Mi madre?- Amy se volteó para mirarlo.
Él sonrió.
- Sí, ella es la primera en querer mantener nuestra familia a salvo, aunque Grey y tu sigáis pensando que sea una pérdida de tiempo.
-¿Y dices que estas runas serán suficiente para hacer de la casa un lugar seguro?¿Estás seguro de que nadie nos pondrá encontrar, ni siquiera Steven?
Marcus, la besó dulcemente la mejilla.
- Sí, nena, me asegurare de que ese capullo no vuelva a ponerte un dedo encima nunca más.
Amy hizo una mueca, no sabía porque pero, sólo de pensar en ese hombre, al que ni siquiera conocía, la hacia temblar. No por miedo ni por ira, y si por una sensación totalmente nueva para ella; el odio. Un odio demasiado profundo e intenso para contenerse.
Marcus, la acunó entre sus brazos, de pronto se sintió protegida y amada a la vez.
Sus entrañas se retorcían con cada roce de su dedo sobre su piel.
Era tan... abrumador y dulcemente familiar.
Estar entre los brazos de Marcus la hacia sentirse como en casa otra vez, cosa que hasta el momento solo había podido sentir cuando estaba cerca de Ryder.
Ella apoyó su cabeza sobre su pecho y él, la acarició el pelo con ternura.
Él empezó a tararear una nana y, poco a poco ella se  fue quedando dormida.

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